Desde pequeño siempre me han gustado los caballos, en especial los caballos jóvenes y los caballos de dificultad. A lo largo de mi vida he ido mirando, aprendiendo y intentando entender como seria la forma más adecuada para ayudar a cada caballo. A muy temprana edad y a lo largo de los años he visto domar muchos caballos, la mayoría de veces demasiado rápido y sin ningún sentido. Durante todos estos años he pensado en varios factores que son necesarios para domar a un caballo.

 Primero: constancia, se necesita un trabajo seguido. 

Segundo: paciencia, cada caballo necesita tiempo para reflexionar.  

Tercero: tiempo, no he encontrado ningún caballo igual. 

Cuarto: confianza, para convertirnos en amigos. 

Cada caballo necesita una buena base: 

-buen trabajo pie a tierra

-trabajar los tres aires 

-quitar los miedos que pueda tener, ya sea un miedo natural o producido por el humano. 

Terminado ese proceso llega el momento de conocer la montura y la embocadura, una vez aceptado llega el momento de ponerle nuestro peso encima, finalmente empezaremos a andar, trotar y galopar de manera suave y fluida. Ya que habremos creado una buena base el caballo sigue nuestros pasos y será así que la mayoría de veces aceptara todo lo que se le pide y la doma se le hará fácil y llevadera. Con este método conseguimos que el caballo nos vea como amigos, entienda lo que le pedimos y disfrute de trabajar junto a nosotros.